Ya que estamos en Navidad, época para descansar, desconectar de la oficina y disfrutar de las vacaciones, hemos decidido que no os vamos a hablar sobre noticias o blogs como venimos haciendo todas las semanas.
Hoy venimos con algo diferente, que sabemos que os va a gustar. Hoy venimos con una historia, no muy navideña, pero que vais a disfrutar igualmente.
Como bien sabéis, este no es nuestro primer año como Centro de Negocios. Afortunadamente, llevamos unos diez años dedicándonos a esto en la Calle Laraña.
Por nuestros despachos han pasado innumerables empresas. Algunas han durado más y otras, desafortunadamente, menos. Pero bueno, aquí estamos para seguir adelante y ayudar en todo lo que podamos.
Siempre que nos preguntan por nuestra empresa preferida, nos cuesta horrores elegir. Es como cuando te preguntan a que hijo quieres más, al mayor o al pequeño. ¡Es imposible decidir! Somos políticamente correctas y siempre respondemos que queremos a todas por igual. Aunque sí que es cierto, que siempre nos viene a la cabeza esta historia que a continuación os vamos a contar…
Una mañana, estando en la oficina haciendo nuestras rutinas, donde, valga la contradicción, siempre ocurre algo nuevo, llamaron al porterillo para pedir información.
Cuando subieron hasta el Centro de Negocios, atendimos a una pareja encantadora. Ellos tienen tres hijas, cada una dedicada a un camino totalmente diferente del resto. La mediana, Carla como la llamaremos a partir de ahora, muy atrevida por lo que nos contaron, había decidido montar su propia empresa.
Los padres no sabían muy bien cómo ayudarla. Apoyo no le faltaba, tanto moral como económico. Pero no quería que su hija se desmotivase, ya que, como estaba empezando, atendía a los clientes en su propia casa.
Estuvimos hablando con ellos bastante tiempo, viendo cuál era la mejor opción. Alquilar un despacho por mes, los bonos de la sala de reuniones o la oficina virtual. Finalmente, ya que no sabíamos cómo iba a ir la empresa, todos llegamos a la conclusión de que contratar nuestra oficina virtual era la mejor opción.
Carla prosperó. Mejoró enormemente su imagen de empresa, ya que pasó de tener la domiciliación fiscal en un barrio alejado del centro de Sevilla, a tenerlo en pleno de la ciudad.
Gracias a ello, y a su gran profesionalidad, por supuesto, cada vez tenía más clientes.
A lo meses, nos compró varios bonos para la sala de reuniones, cosa que nos alegró enormemente. No sólo por la facturación, sino por ver cómo iba abriéndose camino.
Al año, año y medio, seguíamos manteniendo el contacto porque sus visitas llegaron a ser semanales.
Un día, Carla, con una gran sonrisa, nos preguntó si había un despacho disponible, porque ya había llegado el momento de trabajar en uno. Le enseñamos los dos que teníamos disponibles, y, con total seguridad, escogió el segundo.
Hoy en día, Carla sigue con nosotras, siendo clienta fiel. Nos alegra cada mañana con su sonrisa y sus ganas de seguir adelante. Es una alegría verla entrar en su oficina.
Nosotras, afortunadamente, la hemos visto empezar desde abajo y llegar a ser una de las empresas más importantes del Centro de Negocios.
Por historias como estas, trabajar en un Centro de Negocios nos llena tanto. No sólo somos parte de nuestra empresa, sino también de la tuya.